Tú, yo, la gilipollas que no sabía contar, la de las flores de mi cumpleaños, la de las entradas de cine, la chica que limpia los baños del centro comercial, tu "ya estoy llegando"... ¿Sabes? Se nos acabaron las páginas del cuento... Se acabó nuestra historia.
Vas de tía dura, con tu chupa de cuero, tus gafas de sol, tus botas de piel, moto tuneada... Pero luego llegas a casa y hay un ramo de flores sobre la mesa: "Buenas noches pequeña, acaba bien el día, te quiero". Lo miras, sonríes y te emocionas... No eres tan dura.
Las ganas de coger a esa persona, mirarla a la cara y decirle:
"Daría mi vida entera por un segundo a tu lado, por cuidarte cada día, por abrazarte y secarte las lágrimas cuando estés mal, por sonreír cuando tu sonrías y al menos, tener un motivo; pero eso, parece no ser suficiente..."