sábado, 7 de diciembre de 2013

Auténtico desprecio a la mano del destino.

Hace un tiempo, cuando alguien me preguntaba qué quería ser de mayor; siempre decía que de mayor sería médico, que curaría a toda mi familia cuando estuvieran malitos y viviría en una casa grande, grande, a las afueras de una enorme ciudad.
Hoy, aún lejos de alcanzar aquella primera meta que me propuse cuando apenas sabía a lo que me enfrentaba, me doy cuenta de que, poco a poco, mi ayuda va llegando tarde. Que no todos aquellos a los que un día prometí curar, no sé muy bien si para bien o para mal, por causa o por consecuencia, para aprender o para olvidar, estarán ahí.

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